—Así que usted es vecino de Echoe’s Hill…
—Así es —respondió el hombre, con la mirada desencajada y tratando de apartarse de la cara el flequillo, que se le había empapado y manchado por el sudor.
Después, el hombre levantó la vista mientras se fijaba en cómo lo miraban las dos periodistas. Una de ellas rondaba ya los cuarenta y vestía muy formal, tan arreglada que casi podía uno preguntarse si estaba trabajando o si pensaba salir después de copas. Llevaba una coleta atada en la coronilla, tan apretada que parecía estar pensada para estirarle las primeras arrugas, aunque el efecto era, más bien, que sus raíces negras en el cabello platino se hacían demasiado evidentes. La segunda era más jovencita, debía de estar ya cerca de los treinta y llevaba unas grandes gafas de pasta rosa fucsia. Vestía de una forma menos formal, pero más elaborada, como si pretendiese parecerse a una jovencita de los años 50. Ésta tomaba notas apresuradamente en una libreta cada vez que la mayor le formulaba a él alguna pregunta. Lo que más le llamó la atención de ambas, sin embargo, era que llevaban tanto maquillaje encima que había percibido el olor del mismo en cuanto le habían saludado. Aunque, se dijo, era mejor que ese olor a pólvora y sangre que lo había rodeado hacía menos de una hora.
—¿Y conocía a la víctima y al agresor?
—Bueno… vivía en la casa de al lado. Así que digamos que intercambiábamos saludos.
—Cualquier día empezarán a detener a los vecinos que siempre saludan –murmuró por lo bajo la mayor de las periodistas—. Es increíble que este tipo de crímenes pasionales se repitan tanto y que de puertas para fuera nadie se percate de lo que está sucediendo ahí dentro —carraspeó—. En fin, disculpe, para usted tiene que haber sido terrible encontrar a su vecina muerta y ver a su vecino y marido de ésta pegarse un tiro.
El testigo tragó saliva. Volvió a recordar el olor a pólvora y sangre. La sangre… derramada por el suelo del impecable salón, contrastando con las blancas baldosas de mármol, aún expandiéndose, hasta mojarle las pantuflas. Bajó los ojos y las miró, con la punta oscurecida.
—Afortunadamente, no he visto cómo se pegaba el tiro. Oí un grito mientras me levantaba a tomarme un vaso de leche. A veces me despierto en mitad de la noche y me cuesta volver a dormir. Entonces, oí un grito desgarrador. Creo que era él. Luego un grito, éste de mujer. En medio, lo que creí que eran disparos. Me asomé a la ventana, pero desde allí no vi nada. Así que cogí el abrigo y salí a la calle. Y, lo que más me sorprendió, es que vi la puerta abierta. Me asomé con cuidado y los vi. En la entrada. Los dos muertos. Dios mío… —apoyó los codos sobre las rodillas, y la frente sobre las palmas de las manos. Mientras trataba de volver a apartar aquella imagen de su mente, volvió a ver las manchas de sangre en sus pantuflas. Ya estaba amaneciendo y le pareció que brillaban, que el rojo volvía a recobrar su viveza.
—¿Y la nota de suicidio? —volvió a preguntar la periodista de pelo teñido, mientras le acercaba un vaso de agua al testigo—. ¿Tiene idea de a qué se refería?
—¿Cómo lo voy a saber?
—Disculpe, no quería ser descortés. Quiero decir, que estos casos son muy habituales: un hombre que empieza a volverse raro, que cambia hasta convertirse en un monstruo, y que termina por matar a su mujer y suicidarse, al darse cuenta de hasta dónde ha llegado.
—No lo sé. El senador y su mujer eran gente reservada. Pero, como le digo, nunca pensé en que tuvieran ningún problema. Aunque yo no soy nada cotilla.
—Muchas gracias por atendernos —le despachó la periodista, dándole una palmadita en el hombro—. Sentimos que haya tenido que presenciar algo tan dantesco. Pero, al menos, ha hecho todo lo posible por ayudar. Y nos ha atendido.
—De nada. Ahora, si me disculpa, voy a llamar al trabajo para decir que me tomo el día libre.
El testigo abandonó la caravana, pensando en que, después de tomarse un somnífero que le ayudase a tomarse el merecido descanso, iría al centro comercial y compraría unas pantuflas nuevas.
En el interior de la caravana, la periodista rubia lo miraba alejarse.
—Tenemos una historia genial. Además, el testigo no ha hablado con nadie más. Quién iba a pensar que el senador fuera un maltratador y que acabaría matando a su mujer, y después, suicidándose. Esto va a encabezar las noticias de hoy y a dar qué hablar durante semanas. ¿Crees que siempre había sido así? Después de todo, lo que hacemos nos persigue toda la vida. Y somos un reflejo de lo que hemos sido.
—Incluso más allá de esta… —meditó la periodista de gafas, mirando por un segundo al infinito.
—¿Cómo?
—No, nada. Es que, estaba pensando que hay algo en todo esto que a mí no me encaja.
—¿Por qué no? —la rubia se giró y se acercó demasiado para mirarla—. ¿Sabías que la política es una de las ramas profesionales preferidas por los psicópatas?
—No me refería a eso exactamente. El testigo ha dicho que el que chilló primero fue el hombre. Después ella. Y que se encontró la puerta abierta. ¿Quién la abrió?
—Seguramente no lo recuerda muy bien. Y no olvides que hay una nota de suicidio: “Me quitaré mi propia vida antes que vivir habiéndote perdido”. Además, podemos darle más dramatismo si contamos que presenció cómo el senador se suicidaba.
—Eso es lo otro que no me encaja. En este tipo de crímenes el asesino no suele pararse a escribir una nota de suicido. Se quita la vida en medio de esa enajenación mental que le ha llevado a asesinar a su mujer, y no piensa de forma clara.
—No le des tantas vueltas. Tú no eres detective y, además, a mí me parece que este caso está muy claro. De todas formas, si quieres llegar a algo en esta profesión, no olvides que nuestro objetivo es vender periódicos. Así que dejar volar tu imaginación para contar la historia de la forma más dramática posible.
—¿Pero eso no es sensacionalista?
—No lo sé. Simplemente, es lo que hacemos. Es nuestro trabajo.
—¿Pero y si…?
—¡Que no! —le cortó la rubia, mirándola con reproche—, céntrate. Venga, te voy a enseñar cómo hacerlo. Saca el ordenador y abre el procesador de textos, que te voy a dictar:
[Headline:] “Murder, young girl killed A witness heard a horrifying sound Standing by her was a man His body fell across that poor young girl Our deeds have traveled far She wanted love forever She may have found a reason to forgive Had a violent struggle taken place? I feel there`s only one thing left to do Our deeds have traveled far All that we learn this time
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[Titular:] “Homicidio, joven chica asesinada Un testigo escuchó un horrible sonido De pie a su lado, estaba un hombre Su cuerpo cayó sobre de aquella pobre chica Nuestros actos han viajado lejos Ella quería amarle eternamente Ella podría haber encontrado una razón para perdonar Si él hubiese intentado cambiar ¿Estaba su fatal encuentro organizado de antemano? ¿Tuvo lugar una violenta lucha? Siento que solo hay una cosa que queda por hacer Nuestros actos han viajado lejos Todo lo que aprendemos esta vez
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(Y, si quieres saber lo que sucedió realmente, escucha Metropolis pt.2: Scenes from a Memory, de Dream Theater)
Imagen: ecover.to
Cómo le comentaba a tu amiga, una chica de sonrisa deliciosa y “ñ” en su apellido, que me recomendó este blog, el concepto del mismo me parece una idea genial… música y relatos, historias inspiradas en canciones, y viceversa.
Además, tras leer cómo escribes… veo aún más genial el concepto
Felicidades por el blog y todo lo que hay tras él
Me haré un hueco en el sofá para seguir aplaudiendo (o criticando) tus relatos, si no te importa ¿Me invitas a un earl grey? jajajaja (tu amiga es muy aficionada al té ¿ya caes?)
Lo dicho, felicidades y hasta pronto
¡Pues claro que sé quién es!
Me alegro mucho de que te haya gustado el blog, te animo a suscribirte e, incluso, si quieres, a escribir un relato con canción para publicarlo.
Viva el té y vivan las sonrisas deliciosas 🙂
Sería difícil dar la talla… escribe usted muy bien 😉
De todos modos, a ver si un día me hago con El Gen para que me lo firmes… me han dicho que está genial.
Un abrazo
La primera tarea es escuchar la canción de Metropolis-Part I: “The Miracle and The Sleeper” del disco Images and Words de Dream Theater, después escucharé el álbum conceptual Metropolis Pt. 2: Scenes from a Memory de la misma banda.
El relato está genial, aunque sería una laboriosa tarea completar la historia detrás del disco de Metropolis Pt. 2: Scenes from a Memory.
Saludos Karuna ^^